Wednesday, May 18, 2011

Psicodelia y ready made, de Diedrich Diederichsen (Adriana Hidalgo)

Genealogia de lo no vivo

[en Rolling Stone]

El anterior libro local del crítico alemán, Personas en loop (de 2005), tuvo una recepción aclamativa. DD teorizaba segmentos del mundo pop con recursos filosóficos, ofreciendo categorías para la humanidad posmoderna tomadas de practicas contemporáneas, como el loop, que seria un movimiento circular –ya no la vieja línea recta- donde de la repetición nace la diferencia; ahí sigue a Gilles Deleuze, complejo pensador francés cuyas figuras parecieran dar éxito a quien las roce con nueva indumentaria.

Psicodelia y ready-made, segundo y flamante libro de Driederichsen (1957) editado en Argentina, reúne artículos que fueron publicados en diversos medios europeos; algunos de sus temas son: la psicodelia como emancipación de objetos de su contexto sensible normal, y su coincidencia, en ese punto critico, con el ready-made (técnica cuyo emblema es el mingitorio expuesto en un museo por Marcel Duchamp); las ambivalencias del punk como limite de la contracultura; o la relación entre pornografía y pop, las drogas en los sesenta y ahora, y la presencia de la ciudad en la lírica pop, para mencionar tres casos donde avanzan la superfluidad y endeblez asertiva.

DD despliega una amplia erudición pop, es lucido y encuentra asociaciones y sentidos no evidentes de distintos cuerpos de la cultura, como cuando critica al minimalismo como estética del poder, a la figura de artista –creativo, sin jefe concreto- transmutada en modelo del empresario libre. Son hallazgos de intervención contemporánea, pero propios de la derrota. De las raves por ejemplo dice que no querían terminar nunca porque bailaba allí la generación carente de utopía, de futuro. La utopía y la contracultura, declaradas muertas, son empero la vara fantasmal que explica y valora la mayoría de las piezas culturales que desfilan en Psicodelia y ready-made, clasificadas ansioliticamente entre izquierda y derecha.

Los textos sobre “culturas juveniles y diáspora” y “las generaciones” son ya insustanciales, tristes. Asume su derrotismo, pero sin siquiera desde la alegría potencial de lo germinable en tierra yerma; no se habla de la derrota: es la derrota hablando. DD repasa las herencias fallidas, pone precisión en sus historias. Pero ese precisionismo se da en el plano categorial, es decir, afinando abstracciones. Acaso la famosa distancia critica, sumada a la derrota histórica, potencie el deseo del escritor de demorarse en los efectos nominales de lo que investiga, en una perdida de carnadura y elocuencia poética, de sentido en la enunciación; y en el imperio técnico de los enunciados suele perderse de vista por que importa el asunto del que se habla. Acaso por eso, en el prologo se abunda en justificaciones del sentido que puede tener ponerse a repasar objetos y temas del siglo veinte no viendolos como ensayos sobre problemas que, de otro modo, tambien tenemos, sino como restos infecundos por carencia de horizonte utopico (la herencia del 68, el poder liberador que supo tener la droga, o lo contestatario del punk); una genealogía –cool- de lo no vivo.

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