Tuesday, February 16, 2010

Reseña de La palabra muda, de Jacques Ranciere (Eterna Cadencia), en Suplemento Cultura de Perfil

Literatura, refugio del pensamiento
Es tan obvio qué es la literatura como discutible. El prestigioso filósofo Jacques Ranciere apuesta a buscar su médula con una mirada historizante -atenta a las variaciones silenciosas de lo nombrado bajo un mismo término- y herramientas (y pulsiones) filosóficas, detectando sus principios constitutivos concernientes al vínculo del lenguaje con el mundo y consigo mismo. Entiende la literatura como el modo histórico de visibilidad de las obras del arte de escribir, lo que incluye las prácticas empíricas del hacer artístico y las condiciones de su percepción como tales. Esta complejización, esta agregación conciente de planos –reales, analíticos- es transversal al libro, donde ante cada pregunta preexistente se impone una pregunta previa por la distribución de términos del discurso que hacen posible formular la pregunta habida. Publicado originalmente en 1998, editado ahora aquí con apoyo oficial francés (dos ministerios y la embajada), propone pensar y entender el derrotero que hace de la literatura el refugio de la consistencia del arte, en época de su crisis, con una línea de nombres donde Homero, Cervantes y -sobre todo- Hegel son prácticamente los únicos extranjeros de peso entre Hugo, Voltaire, Flaubert, Mallarmé, Proust, Sartre, etcétera.
Con cierto barroquismo prosaico que justifica el espacio dado en tapa a la autoría de la traducción (Cecilia González), este ensayo sobre las contradicciones de la literatura se dirige, si no a especialistas, cuanto menos a lectores previamente interesados en teoría literaria. Parte, básicamente, del fin del sistema normado de las Bellas Artes y la poética representativa ante la emergencia de la poética expresiva, donde la organización y “ornamenta” del texto no están determinados por el tema, sino que el estilo tiende a la absolutización, aspirando a encarnar con palabras “libres” la potencia poética de cualquier materia, en rol de figura-monumento de la vida común. La poesía es un fragmento del poema del mundo, y una hermenéutica de su poeticidad, dice. Y reivindica una contradicción para pulverizar la crítica del genio individual versus la literatura social: cuando el lenguaje se ocupa sólo de sí mismo no se trata de un juego autosuficiente porque ya es en sí mismo experiencia de mundo, que no se asemeja a las cosas como copia porque porta su semejanza como memoria.