Wednesday, October 29, 2008

Sebastian Wainraich

“La radio penetra más que la tele en la vida de la gente”

DATA BASE
Conductor de Televisión Registrada en Canal 13 junto a Gabriel Schultz, debe su mayor salto a la fama su segmento humorístico Kitsch en el programa de Roberto Pettinato, Duro de Domar. Hoy conduce Metro y medio de 18 a 20 en La Metro, una de las FM más escuchadas; actúa en teatro monólogos humorísticos de stand up que él mismo escribe, y acaba de publicar –en editorial Sudamericana- su segundo libro de cuentos, Ser feliz me da vergüenza. Se asienta como una de las figuras más sólidas de la mediósfera actual y no es advenedizo: hace radio desde los dieciséis años, cuando debutó con un programa sobre el club de sus amores, Atlanta. El judaísmo de Villa Crespo es uno de los universos en torno a los cuales define su perfil de cómico inteligente y anti estrella, cualidad esta última en sintonía con el espíritu de TVR: reírse de la televisión.

¿Puede deducirse por tus comienzos que llegaste a la radio por impulso futbolísitco?
No, me gustaba el fútbol pero más la radio. De chiquito sí, quería ser relator, pero después pasó. A la cancha iba mucho antes pero estoy abandonando, ahora voy muy poco, de visitante no se puede ir y además Atlanta juega en horarios absurdos. Los partidos me sigue gustando verlos por tele; no así los programas sobre fútbol, me aburren, son como Intrusos del fútbol. Alejandro Fabbri me gusta, el de Víctor Hugo y [Roberto] Perfumo también, los que están más tranquilos, tienen ganas de hablar del juego. Me pasa lo que supongo nos pasa a todos, prefiero mil veces ver un partido que tipos discutiendo.
En la tele sin embargo parece haber más horas de debate y análisis que de partidos.
Puede ser, está parejo. Seguramente no merece tanto comentario.
¿Pero ese exceso televisivo de palabras no sucede en todos los temas?
Sí. En estos días se habla de la cantidad de medios que hay en Argentina, especialmente en Buenos Aires, lo que está buenísimo sobre todo para nosotros los periodistas porque nos da trabajo, pero seguramente no son necesarios tantos diarios y tantas radios y tantos canales y revistas. En mí es una contradicción, porque por otro lado también me gusta que existan; lo que pasa es que estaría bueno que cada uno tuviera un dueño distinto. Son tres o cuatro dueños de todo.
Sin cara, además...
Sin cara, no sabemos bien quiénes son. Bah, el grupo Clarín se sabe que están la señora y [Héctor] Magnetto. Después [Daniel] Hadad es otra cara visible. El resto no sé quiénes son. El grupo de la radio [Metro] es CIE pero ahora se va. Además son “los mexicanos”, no sabes quiénes son; el Chavo, no sé quiénes son los mexicanos. Pero hay mucha información por todos lados. A lo mejor hay que dejar lugar a otras cosas que pasan.
¿TVR es una respuesta al exceso de medios?
No es tan pretencioso. Es un programa divertido que tiene una mirada subjetiva sobre la televisión, no mucho más, pero bien trabajado y con cierto prestigio, es ya como un clásico también de la televisión. Algunos dicen que somos los fiscales de la tele, yo no creo que sea así: es sólo una visión. Es un clásico por la calidad del programa, sólo eso. Es indiscutible. Alguna vez dijeron también que TVR y Duro de Domar son dos programas con fanáticos que no son fanáticos de la televisión. Es común que vengan los invitados al programa y nos digan que por nosotros se enteran de todo lo que pasa en la tele. Me pasa a mí también, llego los sábados a la productora y veo todos los informes y ahí me entero de muchas cosas. No estoy mirando mucha tele. No es una posición, me gusta la tele, sino que no tengo tiempo, prefiero hacer otras cosas.
Me comentaste por teléfono que siempre te hacen las mismas preguntas cuando te entrevistan...
Sí, dos: si me gusta más la radio o la tele, y por qué el rol del perdedor. La primera prefiero evitarla porque no sé qué decir. Y la otra... En realidad, más que perdedor es una persona normal. Los que están en la tele casi todos parecen ganadores, winners. Entonces tal vez al lado de eso ser normal parece perdedor. Pasa que no es necesario ser totalmente transparente en la tele. Yo en TVR soy presentador del programa, no tengo que contar todo lo que es mi vida, muestro una faceta de mí y tal vez se vean otras cosas sin que me de cuenta. En la radio a lo mejor sí el personaje se parece bastante a mí. Mucho. Porque son dos horas por día, digo opiniones, confluye todo en mí, hago chistes.
¿Qué ventajas humorísticas da el rol relativo de perdedor?
Todas. Me parece que la incertidumbre, la angustia, la pregunta, te lleva al humor.
¿Te sentís dentro de una línea de humoristas?
Hay un montón que me gustan. Pero se persigue mucho esa cosa de encasillar, buscar parecidos. Yo empecé con Woody Allen, obviamente, algunas cosas de Groucho Marx, el Súper Agente 86, Seinfeld. Por ese lado. También algunos escritores graciosos como [Roberto] Fontanarrosa.
¿Y escritores no humorísticos quiénes te gustan?
Isaac Bashevis Singer es uno de mis favoritos. Milan Kundera pasó de moda en mi vida pero lo leí mucho en una época. Poe, Kafka, esos son más clásicos. Los cuentistas argentinos, Abelardo Castillo, Borges, Bioy Casares.
¿Y argentinos vivos, aparte de Castillo?
Andrés Rivera, después más jóvenes como Guillermo Martínez, Marcelo Birmajer. Un chico que escribió dos novelas, Alejandro López. Leo todo lo que me llega, hasta [Jorge] Bucay; tal vez lo dejo en la décima página, pero me gusta leer todo. Si no me pasa nada lo dejo, no lo leo por esfuerzo. Me gusta Houllebecq, es como una especie de Bukowski con argumentos. Me gustaba mucho Bukowski de adolescente.
¿Cómo eras de adolescente?
Con rulos. Y más inmaduro, creo, no sé.
¿Escribís de hace mucho?
Desde siempre. Antes hacía más que nada guiones para radio teatro. Después guioné a Fernando Peña en algunas obras de teatro suyas. Y ahora estoy con los cuentos. Todo lo que hago lo hago porque me gusta, y tengo la enorme suerte de que puedo vivir de eso y puedo vivir bien. Me gusta mi trabajo. A lo mejor algún día tenga que trabajar de algo que me disguste, y tendré que hacerlo.
¿Le pensás alguna responsabilidad especial al laburo en los medios?
La responsabilidad es un compromiso que tengo de prepararme y hacerlo lo mejor posible. Saber que cierta opinión puede tener repercusión en un montón de gente. Pero lo más importante es saber que lo hago cien por ciento comprometido, con todo.
Porque la tele y la radio no son lugares menores en la sociedad, ocupan lugares muy dentro de la vida de la gente.
Me parece que más la radio que la tele. Si bien hay gente que te dice que los sábados se queda en su casa a la noche para ver TVR, la radio tiene una penetración más puntual en la gente, es otro tipo de convivencia, más íntima. Igual, la tele es más avasallante.
¿En qué sentido?
Y, repercute mucho en la gente. Se cree mucho en lo que sale en tele, a la gente le parece que todo es verdad. La radio es más tranquila en ese sentido. La tele juzga bastante. Y el espectador también juzga. En la radio somos más relajados.
¿Cuáles son los efectos más nocivos que le encontrás a la tele?
Es muy difícil determinar eso. Habría que hacer estudios muy profundos en la gente. Igual no me gusta que se prohíban cosas en la televisión. Creo que cada uno debería poder ir a una universidad para aprender a distinguir qué le hace bien y qué no le hace bien ver por la tele. Yo no le mostraría a mi hijo a Norita Dalmasso muerta desnuda con las piernas abiertas, y eso América lo mostró.
¿Vos te sentís muy expuesto?
No tanto, la verdad. Lo estoy, entre un programa como TVR y en la Metro todos los días, pero no lo siento tanto.
Pregunto además porque por tu labor en TVR, algunos de los escarchados pueden...
Sí, pueden querer vengarse en sus programas. Pero me tiene sin cuidado. Una sola vez me enojé, dos minutos y se me pasó. Fue cuando [Jorge] Rial dijo, estando embarazada mi mujer, que yo tenía una amante. Me agarró una bronca que se me pasó enseguida; para él es moneda corriente hacer eso, lo hace cada día, es su manera de vengarse o digerir su enojo.
¿Qué bronca tenía?
Justo él había empezado con Gran Hermano y nosotros pasamos un informe donde él aparecía diciendo que Gran Hermano era un programa nazi y ahora lo conducía. Y bueno, se enojó. La diferencia es que nosotros no nos vamos a meter en la vida personal de los seres humanos, vamos más a lo profesional. Para mí no están mal las contradicciones, son lógicas, vivimos en plena contradicción todo el tiempo; en todo caso habrá que ver por qué se contradice, si porque evolucionó su opinión o porque la vendió por guita o por interés.
¿Qué cosas de las que venís haciendo te ponen más orgulloso?
Del programa de radio estoy muy orgulloso. Tiene sus mejores y peores momentos, pero en términos generales estoy orgulloso. Es un programa que respeta mucho la radio, que está muy trabajado, hay artística, hay guión a veces porque otras también hay improvisación, hay mesas, hay charlas, hay variantes. Cuatro personas diferentes por lo menos estamos frente al micrófono, hay buenos climas de humor, llegamos a momentos interesantes. Tiene ritmo. Y en TVR me siento orgulloso de estar. Porque yo soy una partecita, importante, pero no soy ni creador ni productor ni editor. Ahí me siento orgulloso de los compañeros que tengo. Algunos informes de TVR dan orgullo. Hace poco, por ejemplo, en México estuvieron con centroamericanos que quieren migrar a Estados Unidos, iban en los trenes de carga; después hicieron otro con las FARC. Y algunos sobre temas más triviales pero editados de forma impresionante.
¿Se plantea como un programa sano TVR, oxigenante?
Trata de reírse de la televisión, desdramatizar la tele. Desde ese punto de vista se puede decir que es sano, tranquilizador.
Al mismo tiempo forma parte de los circuitos que permiten que la tele sea sin salida, ¿no?, tele sobre tele al infinito. En uno de tus cuentos aparece la adicción televisiva como uno de los caminos a la infelicidad.
La tele se retroalimenta todo el tiempo. Pero cualquier adicción es un problema me parece, cualquier cosa en exceso es un problema, un kilo de chocolate es un problemón. La tele es adictiva porque son trescientos mil canales y programas, no termina más, siempre hay algo, siempre parece importante, siempre hay alguien opinando con el que vas a estar de acuerdo o en desacuerdo, entonces te dan ganas de verlo: si estás de acuerdo para compartir y si estás en desacuerdo para enojarte. Muchas veces buscamos algo en la tele para enojarnos, “a ver qué dice este hijo de puta”. Creo que Neustad tenía tanto rating por eso, entre otras cosas.
En la película sobre Howard Stern, cuando es el más escuchado de la radio newyorkina, dicen que la mitad lo oye porque lo ama, la otra mitad porque lo odia y todos porque quieren escuchar qué dice después. ¿Reconocés alguien de acá con ese talento?
[Fernando] Peña puede ser que tenga ese talento. Igual peña se divide en... Je, te iba a decir que se divide en dos: se divide en mil. Pero están por un lado los personajes, que es una genialidad, arte puro, inalcanzable, brillante, y todos los adjetivos elogiosos que quieras ponerle. Y después está el Peña persona que, ahí sí, a veces lo odio cuando lo escucho. Yo lo adoro a Peña, pero hay veces que lo escuchás y te dan ganas de matarlo, como otras estás de acuerdo. Al ser literal y directo, tiene esas cosas.
Para la radio es uno de los tipos ideales ¿no?
Es el mejor. El mejor del mundo. Si existiera en el primer mundo alguien como él, nos hubiéramos enterado. A lo mejor hay alguno en otro país tercermundista. Cuando está concentrado con las voces es lo mejor del universo, cuando está inspirado es una obra de teatro cada día.
Volviendo a la tele como universo autosuficiente, ¿creés que mucha gente vive su vida entera en contacto con los medios?
Hay un contacto permanente. Hay teles en los bares, en el subte, en todos lados. Los medios se retroalimentan todo el tiempo, en la radio se habla mucho de tele, en las revistas también, estamos todos unidos hablando de las mismas cosas y la gente es espectadora de eso. No importa tanto si los programas son buenos o malos, sino qué dijo, qué no dijo, cuánto midió. En la política también, se habla menos de plataformas, propuestas, ideas, que de cómo nos cae el candidato, la imagen que tiene, con quién se pelea. Como en los programas de fútbol, que se habla de las transferencias más que del juego.
¿Tenés relación con la política?
Sí, me interesa, me preocupa. Me parece que el país depende bastante de eso.
Aunque no sabemos cuánto.
No sabemos cuánto. No sabemos cuán independientes somos de los gobiernos, cuánto depende de nosotros y cuánto de ellos.
O de otros.
Sí, de otros, lo que no tienen caras. Pero es facilista también decir que nosotros no manejamos nada. Yo prefiero pensar que somos protagonistas, que podemos cambiar las cosas, si no no tiene gracia. En realidad somos protagonistas. Seguramente hay crisis y cambios políticos que no vamos a poder impedir ni alentar, pero antes que quedarse de brazos cruzados esperando eso, me parece que está bueno tomar iniciativa.
¿Y qué herramientas sentís que tenés como ciudadano?
¿Para qué, para hacer la revolución?
Para sentir que tenés cierto poder.
Hay una herramienta básica que es la comunicación. Pero hay que ver qué buscás. Si buscás cambiar el mundo, me parece que no tenés herramientas, pero si buscás estar bien, ser solidario con los demás, tenés un montón cada día.
¿Que pensás del Gobierno?
Pienso como la mayoría en ese sentido, me parece: todos queríamos que a este Gobierno le fuera bien, salvo a los opositores que lamentablemente nunca quieren que le vaya bien al oficialismo. Pero hay males que me siguen llamando la atención, esa cosa de estar enojados y confrontando todo el tiempo. A ver... Estoy tratando de pensar cosas buenas del Gobierno. Estoy más cerca de ellos que del campo, en el conflicto, de todas maneras me parece que lo tienen que solucionar, pero es una opinión bastante ligera la mía al respecto.
publicado en Debate
Acompaño con un comentario que hice en Rollling Stone del broli de SW:
Wainraich ataca de nuevo
Ser feliz me da vergüenza y otros cuentos – Editorial Sudamericana

El segundo libro de cuentos del talentoso conductor de TVR ilustra absurdos que empapan las relaciones interpersonales con relatos anecdóticos de tono autobiográfico. Cierta facilidad prosaica resulta en facilismo literario. Las narraciones son a la vez obvias e inverosímiles con diálogos superficiales, aunque varios planteos ingeniosos logran punzar sitios donde descansan cómodamente convencionalismos sociales.

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