Wednesday, January 23, 2008

El Quinteto de la muerte

LITERATURA ES ROCK
Publicada, con varias modificaciones, en Rolling Stone, Septiembre 2007

Romero heló toda la sangre presente con su relato verídico de dos sobrevivientes de un micro hundido en el Paraná. Funes lloró por “la muerte del gato Vicente”; Levín está concluyendo un capítulo de las curiosas desventuras de Igor: Canta a capella -con una copa en la que él se sostiene y un brillo que le arenga las pupilas- el tango que su personaje le dedica a Natschenka, la rusa petisa que ama.
La transmisión de literatura, sin la fría distancia consumista que suele revestir al objeto libro, puede ser una experiencia literaria. O, por qué no, rockera. Hay que ver al Tigre Oyola, ya imponente de por sí, envuelto en una vieja sotana franciscana, de esas con una cuerda que rodea la cintura, leyendo la batalla entre el Pastor y los travestis en el patio del penal (casi salpica sangre), o cantando el estribillo de Shakira con el que uno de los personajes de Chamamé goza a quien acaba de balear. O ver a Funes recibir un tortazo de chocolate en plena trucha y leer, sin limpiarse, su libidinoso cuentito, humorizando los obstáculos de la narración en vivo.
“Pensamos el momento de mostrar nuestro trabajo como una celebración”, dicen los integrantes del Quinteto de la muerte, una banda de cinco escritores jóvenes que, heterogéneos en sus estilos, coinciden en la forma de transmitir su obra: leyendo en vivo con liturgia rockera.
“Si a la hora de escribir somos artistas, a la hora de exponer la producción escrita no podemos volvernos 'personalidades de la cultura'”, dicen. “Desde las primeras lecturas dejamos de lado el perfil de escritor sentado, escritorio, micrófono y vaso de agua”. Entonces usan maniquíes, narices de payaso, baldazos de agua fría, caracterizaciones teatrales: los recursos que el texto requiera. Hasta cocinan en escena (y regalan la comida). Apelando a los cinco sentidos, sus relatos pasean al público por las más diversas emociones.
Pero si lo rockero es la diferencia, en esta profusión de recursos el más rockero sería Molina. Se sienta discreto y lee monocorde sus narraciones minimalistas; describe escenas sin exponer la interioridad de los personajes, interioridad que así queda abierta a la sensibilidad del oyente.
Ignacio Molina, Lucas “Funes” Oliveira, Ricardo Romero, Leonardo Oyola y Federico Levín son individualmente riquísimos escritores, cada cual con su universo. Pero el Quinteto no se reduce a sumarlos: el Quinteto muestra un acontecimiento en la forma de vivir la literatura hoy acá.
¿La era Internet renovó el poder de la transmisión oral del relato? Casi todos los escritores que circulan en estos espacios tienen también vida blogger; alianza entre lo virtual y lo presencial. Para el Quinteto, su blog “no es un espacio de producción, sino una invitación y nada más”.


Los cinco tienen sus libros (y están escribiendo venideros): Funes –nato gestor- autoeditó Papel; Oyola publicó Siete y el Tigre harapiento (Gárgola) y, en España, Chamamé; Levín publicó Historias higiénicas (a los 16 años) y recientemente Igor (Gárgola); Romero su novela Hacia ninguna parte (De los cuatro vientos) y el volumen de cuentos Tantas noches como sean necesarias (Gárgola); Molina, el conjunto de relatos Los estantes vacíos (Entropía). Además, participaron en varias antologías de cuentos.
Pero “al convocar a los lectores, El Quinteto hace caer la fantasía del escritor aislado y el lector anónimo”, explican. “Además, a diferencia de la mayoría de los escritores, cuya vida gira alrededor de los libros y si leen en público es para promocionarlos, en nuestro caso en vivo el texto se enriquece muchísimo. Sobre todo cuando vamos leyendo una novela en proceso, como pasó con Chamamé, que cuenta el largo ajuste de cuentas entre dos chorros con un ritmo narrativo para el que fue clave la devolución inmediata en los recitales de 2006, en que Oyola iba leyendo capítulos”.
Si el libro da eternidad a la obra literaria, el recital de narrativa le devuelve la intensidad de lo efímero. Cada lector deja al público preso de una emoción, y como si fuera poco, entre cada texto pasa al frente el asombroso guitarrista que acompaña al Quinteto, un tal Facundo Gorostiza, que a sus 25 años toca como con la sabiduría de un viejo de 70 y la gozosa inocencia de un niño; las noches del Quinteto son casi demasiado. La entrada es gratuita; el sentido, no monetario.

2 comments:

lahe said...

linda nota, varón!
para los que ya conocemos el asunto, nos vendría bien que desarrolles un poco más las ideas.

Agustín Jerónimo Valle said...

Me alegra que te guste, Ele.

Tal vez logre hacerme el tiempo para desarrollar un peu piu (me gustaría); como dice Bart, no te prometo intentarlo, pero intentaré intentarlo.