Monday, December 11, 2006

La Nelly

Sergio Langer - Ruben Mira
“La cultura escrita atrasa respecto de la oral”


Hace tres años aparecía en el segmento superior de la contratapa de Clarín una historieta provocadora en su trama y en su trazo: La Nelly. Resumiendo penurias, riéndose de sí mismos y el entorno, atestiguando la bizarría normalizada en el país, el venerado dibujante under Sergio Langer (autor de Mama Pierri en Barcelona) y el escritor Rubén Mira actualizaron una rica tradición satírica. Las dos primeras temporadas acaban de ser compiladas por Del Nuevo Extremo.

¿El libro consolida una tira que nació muy riesgosa?
El libro invita a mirar en perspectiva lo hecho y su alcance, recupera todo el material y lo salva de su coyuntura: adquiere magnitud de obra. Ahora bien, el espacio donde estamos es frágil porque el personaje en sí es frágil. En la historieta argentina no tenés personajes que sean buenos y malos a la vez, literarios en cuanto a la complejidad de construcción. Hablando de las historietas masivas, que suelen ser una bajada de los valores positivos de la clase media. La Nelly en cambio es ambivalente. El trabajo con el grotesco, con la invitación al lector a reirse de sí mismo, le da fragilidad al personaje. Hay otros personajes que dentro de su historieta representan la fragilidad, pero en cuanto a composición son más puros que La Nelly porque son unidimensionales, no tienen puntos de quiebre, mantienen siempre el mismo valor. Y todo lo que es más complejo es más frágil, al menos en un país como este, que se niega a pensar. Nelly puede ser una vieja fascista de barrio pero también un personaje con valores positivos: tiene el deseo de vivir en un país donde se respeten las normas básicas de ciudadanía, que no te caguen la vereda como si nada. La sátira social parte de una ética defraudada e indignada. Hay tradición en este tipo de sátiras que están inspiradas en un dolor, en bronca.

Respecto de las tradiciones, La Nelly ocupa el espacio acaso con mayor historia de tiras masivas, pero eminentemente política y atenta a lo bizarro de la sociedad, ¿su presencia habla de algún cambio en Clarín?
Clarín siempre tuvo un espacio donde el humor va más allá que el resto del material. Lo tiene nada menos que a Sábat, quien ha dibujado a todos los políticos con los pantalones bajos. Y lo tiene a Landrú que es un verdadero maestro. Son los dos satiristas más agudos del humor gráfico argentino. La Nelly viene a actualizar, a poner al día una tradición donde, sí, el humor puede estar más adelante en riesgo político que la línea editorial. Hay una gran tradición satírica; lo que sucede es que acá aparentemente la tradición de historieta humorística la hegemonizó Mafalda y desde que apareció todo el resto son remedos. Como consecuencia, la historieta tiene que transitar los valores positivos de la clase media. Mafalda está buenísima, pero pasaron otras cosas del 70 para acá, ¿dónde está la actualización de los valores? ¿Por qué el humor tiene que seguir trabajando sobre el repliegue del progresismo? Porque ya ni siquiera es sobre la expansión del progresismo: son personajes que se refugian en la casa. Hay un choque de tendencias y de valores que no pasa por el gusto. La Nelly tiene mucho más que ver con Paturuzú, con Landrú y con Tato Bores que con todos los continuadores de la línea que abrió magníficamente Quino. Nosotros nos inscribimos en una tradición hasta ahora derrotada.

¿Cómo creen que la complejidad de la tira calza con la amplitud de target del diario?
Hace poco Carlos Gamerro escribió en Página 12 que abrir Clarín es como entrar a la conciencia media argentina. Pero nosotros en cambio lo que vemos son miles de lectores distintos, una diversidad imposible de ser representada. A veces hay choques inesperados. Hicimos una saga con el bolishopping, por ejemplo, y llegaron cartas al diario diciendo que era discriminatorio usar esa palabra, y tuvimos que descartarla. Lo cual es una de las muchas muestras de cómo el progresismo está totalmente atrasado respecto de los sectores populares, de los miles de bolivianos que se mueren de risa sabiendo que el término bolishopping es una creación popular para llamar ciertas ferias clandestinas. Lo que sucede es que en Argentina hay una brutal disociación entre la cultura leída y la cultura hablada, que está mucho más adelantada. Es la disociación entre el progresismo y la gente que el progresismo dice representar. Esa gente tiene un humor todavía más ácido que lo que hacemos en La Nelly; nosotros intentamos ir acercándonos a ese humor que está todos los días en la calle.

Qué llamativo que la censura venga del lado de los lectores.
A nosotros nunca nos pusieron límites en el diario, también porque trabajamos con conciencia de dónde estamos. En toda situación de la vida los condicionantes son parte del juego, el tema es con qué actitud se encaran los condicionantes: es uno el que los transforma en reglas de juego o en límites. El espacio que tenemos nos da mucho más que lo que nos quita. No hay barreras que no hayamos superado, en cuanto a composición del personaje, delirio, uso del repertorio de la historieta, ruptura de códigos establecidos. Queremos que nos entienda más gente, y entonces el desafío ahora es afianzar el doble nivel de lectura, y que la primera lectura te permita luego acceder a entenderla profundamente.

Hablan de actualización, y La Nelly está muy ubicada epocalmente, como efecto de la crisis. ¿La tira se opone a esta moda actual de despreciar los noventa y ponerlos en un pasado lejano?
Sí, hace poco hicimos una tira sobre la campaña “Actitud Buenos Aires”, separando qué entra y qué no en esa categoría, y decíamos que no es actitud Buenos Aires añorar los años noventa, pero sí usar trajes noventeros como los de Telerman. Trabajamos esa continuidad: los noventa están muy frescos. Con el tiempo, se van a transformar en una edad dorada. Quien conoce a la clase media se da cuenta de que en el futuro habrá una mitología dorada de los noventa, cuando se podía viajar al extranjero y se usaban autos importados, ¿qué importa quién la pagó la Disneylandia, si esta también la vamos a pagar y encima es más aburrida? Para Nelly los noventa ya son una época mítica.
Por ejemplo, comparar a De la Rúa con Menem es un insulto al riojano. Ese tipo que logró que la sociedad tolerara la frase “pase de Menem para Maradona” Loco, Menem jugó al fútbol en Velez para sesenta mil personas; rompió las estructuras ficcionales de este país. Le hizo encontrar a la sociedad un tipo de deseo; es un político de verdad. Y si tengo que elegir mi villano predilecto, elijo al Guasón, no a un chacarero cordobés. Y hoy se ve la negación a lo que Menem consiguió, al mismo tiempo que se hace como si fuera el pasado. Pero los noventa son una época trágica para este país y tendríamos que volver todo el tiempo a preguntarnos qué nos pasó ahí. Eso es lo que tratamos de hacer desde el humor.

Neo es “el chorizo del ser nacional”, y en varias tiras hay fanáticos choripaneros, ¿creen que ese elemento condensa la argentinidad?
Un día Sergio dibujó un chorizo y dijo ¿por qué no lo hacemos hablar? Al principio Rubén no quería, pero después Sergio lo dibujó bailando malambo. Pero sí: hay una metafórica del chorizo como representación de nuestra cultura, donde el voto vale un choripán. El absurdo naturalizado: esa es la Argentina.

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